¿Volver? Nunca me fui…

Estar o no estar…una forma de ver las cosas, de resumir, de tomar decisiones,…

La resaca no duele. Fue una celebración muy intensa.

Cuando se consigue demostrar a uno mismo que es posible, fuera lo que fuese, y que al final se consigue alcanzar un objetivo, la satisfacción es enorme.

Otro idioma con el que convivo me tiene atrapado en un proyecto de no poca intensidad.

La poesía manda la prosa de vacaciones para dar rienda suelta a la vorágine de reflexiones, impresiones, sentimientos y emociones que, tal como anda el mundo, han ido anidando en mí.

Próximos proyectos serán una declaración de guerra a todo lo que no quiero leer.

No me queda que escribir.

pistola

ESCRIBIR (VIII) Empezar… personajes…

niñosleyendo

Empezar a redactar un texto supone un reto que se nos antoja de esfuerzo hercúleo. Tenemos una historia. Eso ya es mucho más de lo que se puede esperar. Nos apetece comer un soufflé de bacalao, sabemos que nos gusta (hemos comido antes), pero no sabemos qué ingredientes necesitamos, salvo el bacalao que, a pesar de saber dónde comprarlo, hay que quitarle la sal…¡qué follón! Nos apetece escribir una novela que tal vez se pueda clasificar de narrativa contemporánea. Hemos leído mucha narrativa, mucha…Ya tenemos la trama y hay que poblarla de personajes. Cada uno con su carácter, apariencia, vicios, defectos y virtudes. Los manuales nos enseñan y aconsejan en dotar, a estas criaturas, de perfiles sólidos, bien definidos. En algunas ocasiones nos encontramos con textos que nos torturan con descripciones que no acaban nunca, que luego, incluso, comprometen al propio personaje que, por un despiste del autor, pierde una virtud o deja de hacer algo que lo había estado caracterizando en los primeros dos tercios de la novela (en otra entrada hablaré de las novelas de más de 300 páginas).

Ya sabéis que acabo de publicar una novela. Con ella experimento e intento, repito, intento poner en práctica lo que predico desde este blog.

Para empezar he descartado grandes dramas, zombies, psicópatas e investigadores, mujeres ansiosas de sexo, enamoradizas de dudoso romanticismo y aventuras desproporcionadas por lugares de exotismo místico de ubicaciones imposibles. ¿Y entonces qué has escrito? En mi caso simplemente me he basado en una vida normal, protagonizada por una persona normal, rodeada de personas normales. Naturalmente las tramas nacen de un hecho inesperado, algo que obliga a que la normalidad ,que imprime la atmósfera de la novela, se convierta en un hecho insólito.

La consecuencia directa de este elemento sorprendente también obliga a que nuestros personajes replanteen ciertas cuestiones de su vida, tomen decisiones que jamás pensaron tener que tomar, dirijan sus pasos por rumbos cuyas brújulas jamás señalaron.

En «¡Buena suerte, amigo» no se describen a los personajes de una forma convencional. Éstos se construyen a lo largo de la historia. Los episodios se suceden e imponen nuevas reglas del juego. Porque de eso se trata, jugar con las palabras que forman la estructura de nuestra novela o cuento, que arrancan y no para, y nada es igual, en ningún momento. Nuestra novela no es una película. No nos limitemos a hacer una crónica de unos acontecimiento que nos imaginamos. Romper con la rutina literaria es ofrecer un juego que se desarrolla a medida que avanza en el espacio tiempo de nuestros universos. Y los personajes juegan a este juego, se construyen y se destruyen, nacen, crecen y desaparecen. Por sí solos, según exijan los acontecimientos. Como la vida misma, a fin de cuenta.

El protagonista de mi novela goza de una particularidad que mis lectores ni siquiera han notado, alcanzado de forma exitosa el objetivo de mi experimento. Cuando se lo hice notar, alucinaron bastante, dándose cuenta de lo que hice. ¿Crees que es posible que el protagonista de mi novela no tenga nombre, ni se mencione ninguna característica física suya propia y, sin embargo, vive, respira y es el centro de todos los episodios que componen la trama?

Descubre otra forma de narrar.

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¡BUENA SUERTE, AMIGO! ¿Qué harías tú, si te tocara la lotería?

¿Has soñado alguna vez en convertirte en el ganador de un gran premio de la lotería?

¿Qué harías tú si doña Fortuna te dignara de su mirada?

No sé por qué pero me parece que sería algo muy diferente de lo que decide nuestro protagonista, cuyo primer objetivo es salvaguardar la paz y tranquilidad de su familia y su propia vida. Sin embargo algo pasa cuando se da cuenta de la enorme responsabilidad que conlleva ser el centro de un destino tan abrumador.

¡No te quedes con dudas!

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¿Qué me impulsa a escribir?

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Dioni Arroyo MerinoMe he hecho en muchas ocasiones esta pregunta, siendo consciente de la cantidad de libros como hay escritos, de la calidad literaria que han alcanzado muchos de ellos, de su repercusión en el pensamiento, de su influencia en las tendencias sociales, de la función que han desempeñado… tantos libros escritos, y yo, miserable de mí, insistiendo en querer relatar historias, en querer publicar mis famélicos fetiches trasladados al papel.

Podría pensar que es un acto vano, un anodino intento condenado al fracaso, un hecho vacío, una soberbia incorregible de mi desconocido ego… Humildemente, necesito creer que es una forma particular de aportar mi granito de arena a la cultura, a la civilización, al humanismo.

Porque el hecho que me impulsa a escribir, tiene algo que ver con el mundo en el que vivimos, el ambiente que nos sepulta, la cultura en la que nos encontramos inmersos.

Vivimos en una sociedad…

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REBAÑO

cabra

El rebaño flaquea;

no hay prado

que en su grandeza

recuerde proeza

por el que el cebo escasea.

No ensucia la brea

más que el sentido

si se aplica por error

donde anida el sopor

en casco que no se emplea.

La diosa olisquea;

busca lo que no tiene;

ve burbujas

que explotan entre agujas:

allí sólo música se apea.

Bella o fea

pero no hay culpa.

Decides qué harás

y no hay vuelta atrás;

ya no hay dios, para una atea.

Eras sol que no extraño.

Ahora eres carne,

infame traidora

de tu propio rebaño.

 

Extracto del poemario «Swimming Pool Summer».

PROVOCANDO LA ESCRITURA, por Jaime Arévalo

 

asemica

Con el permiso de Jaime Arévalo, amistad virtual en Facebook, les propongo este texto que me mandó en ocasión de un encendido debate del que fuimos testigos en un grupo literario perteneciente a la citada red social. Desde Colombia, esta interesante reflexión.

 

                    PROVOCANDO LA ESCRITURA

     Escribir sobre la escritura provoca infinidad de intempestivas reacciones en los lectores, así que esperamos las innumerables críticas y aportes. Escribir bien, no es otra cosa que provocar la lectura, la invitación a departir, al goce de un tinto hablado, degustado, y a las diabólicas necesidades de interpretar, de acotar, y opinar.

     La escritura interpreta la partitura mental, e imprime en la hoja, la personalidad, la idea, el pensamiento, es el retrato de quién escribe, es una carta de presentación para el lector, que a cada letra bien escrita se va embelesando, se va atando y de la mano llevándolo por todo el texto. Si no se logra escribir clara, concisa, precisa y bien, se rompe con el espíritu, se convierte en una blasfemia del pensamiento, donde el lector debe inmediatamente cortar con el enamoramiento del texto, separarse, hacer el duelo y dejarlo morir, en la soledad, en la angustia y el arrepentimiento del ensayista, y el olvido del artículo, y del escritor.

     Escribir es un aventurarse, es un reto para el pensar, del escritor y del lector, un acercamiento a la interpretación y a la crítica, ante esa odisea, el camino ha de ser desbrozado de dificultades, es la presentación de un pensamiento puro, simple, lleno de esperanza, de finura, de ponzoña y de ideología.

     El texto es escrito para que afecte al ser, con el ímpetu de un trasformador, con el ánimo de la adicción, por eso, se requiere del rigor en el uso del lenguaje, de los signos de puntuación, del estilo.

     De los signos de puntuación depende el significado de la oración, delimita la frase, el párrafo, la jerarquía de las proposiciones, compone la estructura misma del pensamiento, y con el manejo de ellos, se puede lograr el objetivo del escrito: la comunicación.

     En la conquista de las libertades, de la democracia, de la opinión pública, el papel de los escritores ha sido fundamental, esto se ha logrado con la adquisición de los conocimientos adquiridos por la humanidad, y trasmitidos por los escritores.

     Para terminar, y con el fin de elevar el nivel de los escritos, empezando por los títulos, diremos que las mayúsculas llevan tildes. Así lo ordena la Real Academia de la Lengua, que es el órgano que limpia, pule y da esplendor a la lengua.

LIVINGSTON JAIME ARÉVALO GALINDO Magister en Investigación Interdisciplinaria en Ciencias Sociales. Bogotá, D. C.

ESCRIBIR (VII)

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¡Jugar! ¿Por qué cuando decidimos escribir renegamos del niño que llevamos dentro? ¿Queremos convertir nuestro trabajo en algo pesado, duro, aburrido…? Tal vez el trabajo del oficinista que pasa todo el día revisando albaranes, facturas, preparando informes de ventas,…y demás delicias del mundo empresarial, pueda ser del agrado de alguien, pero dudo que tal placer pueda ser compartido con los escritores. ¡Hay que jugar! Hay que divertirse, hay que vivir lo que escribimos, siendo parte de la historia, un personaje más o el propio protagonista.

Escribir es un juego maravilloso. Si no juegas, no escribes. Estaríamos narrando algo que se nos ocurrió en algún momento, y poco más. Nuestros textos son la cancha en la que tenemos que meter goles chutando a todas las palabras que nos alcancen. Si alguna se va fuera, hay que olvidarla y volver a la partida con otra. Quien dice palabras, dice frases, párrafos, páginas, capítulos enteros.

Recibo textos con historias, algunas más interesantes que otras, pero cuando empiezo a leer, me entra un sueño inaguantable. Me explico. Propongo un ejercicio con los libros que tengamos a nuestro alcance, preferiblemente que no hayamos leído, en una biblioteca es el lugar perfecto: elegimos al azar una docena de ellos. Los abrimos en cualquier punto y leemos uno o dos párrafos. ¿Qué descubriremos? Que así, en frío, apenas nos daríamos cuenta de que se trata de libros de varios autores. Podremos ver que suelen ser escritos casi todos de la misma manera, conjugando los verbos en el mismo tiempo en la mayoría de las veces, y componiendo una sintaxis según normas básicas de manual, sin otro objetivo que narrar algo, casi sin importar de qué manera. Eso no significa que las historias no sean buenas. Todas las historias son buenas, porque cada historia tiene sus lectores dispuestos a leerlas. Yo quiero que me sorprenda la forma de ser escritas.

El escritor tiene que jugar, sentirse orgulloso de su sabiduría y echar mano de sus más rebeldes instintos. Hay que ser valientes y descubrir nuestros propios estilos, cultivarlos, jugar hasta ganar la partida. El premio será una personalidad propia por la cual ser reconocidos inmediatamente, sin leer la portada para saber quién es el autor. Las normas están para romperlas. Sabemos que el hombre ha evolucionado siempre por haber practicado el sano ejercicio de romper normas, y eso siempre ha permitido mejorar.

Hay historias que merecen ser contadas de otra forma. Merecen ser el fruto de la voluntad de jugar de su autor, de divertirse, disfrutar escribiendo, emocionándose sintiendo que está ganando la partida obteniendo un resultado diferente, innovador.

En ocasiones he propuesto reescribir textos en segunda persona plural, conjugando en presente o futuro, aplicando todos los cambios que hay que hacer como consecuencia directa del cambio. Textos así son casi imposibles de leer porque la mayoría de autores cuentan historias como si fueran leyendas de tiempos muy remotos. Mi correctora me ha regañado por haber escrito una novela simplemente en primera persona, conjugada en presente indicativo. Me sugería que la reescribiera como todo el mundo: en tercera persona, en pasado. Me negué. Yo quiero jugar, atreverme a otras forma de manifestar mi sentir literario. Mi novela tampoco es una proeza inédita, sin embargo me he divertido, he jugado, y he tenido la posibilidad de componer párrafos que me han transportado, me han emocionado, me han excitado, me han envuelto en cada una de las situaciones que en ella describo. Adoptar una forma menos usada de escribir me ha inspirado a buscar nuevas jugadas que me permitieran superar los adversarios como el tedio y el aburrimiento, y meter gol. Yo juego, me divierto, disfruto buscando cada vez formas distintas de narrar las historias que necesito contar.

No es la primera vez que me pregunto: ¿da igual de qué modo escribir una historia si ésta es buena? He leído muchas historias, muy buenas, narradas de forma nefasta, incluso blasfema. Los lectores (entre los que yo siempre me incluyo) merecen un respeto superior: buenas historias y bien narradas. El escritor tiene que jugar, volver a ser niño, disfrutar como en su infancia, y transmitir el placer de la victoria, de lograr alcanzar la meta organizando sus jugadas de manera óptima.

Volvamos a jugar, señoras y señores. No pretendamos demostrar madurez o experiencia. Cada libro tiene que ser como la primera vez que ganamos una partida de damas chinas, o ajedrez, o a la oca,…o la primera vez que metimos un gol.

No olvidemos nunca que también fuimos niños, y podemos seguir siéndolo.

¿Jugamos?